Por LN.María Guadalupe Estrada Trujillo, y la Dra. Martha Guevara Cruz.
La obesidad es una enfermedad que se define como una acumulación excesiva de grasa o tejido adiposo en el cuerpo que conlleva efectos negativos para la salud [1]. Es una enfermedad multifactorial, su etiología principal es por un desequilibrio energético entre la ingesta calórica y el gasto energético dando como resultado una acumulación excesiva de tejido adiposo, otra de las causas relacionadas son los factores genéticos ya que desarrollan un papel importante en la predisposición para el aumento de peso, también influye el aspecto socioeconómico, una realización insuficiente de actividad física, de igual forma puede ser el resultado de una enfermedad o de un tratamiento farmacológico [1, 2].
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Actualmente, la prevalencia de la obesidad ha aumentado considerablemente en los últimos 50 años en el mundo, afectando a más de 500 millones de personas, a hombres y mujeres, representa uno de los principales problemas de salud publica a nivel mundial ya que aumenta el riesgo de padecer distintas enfermedades como diabetes mellitus tipo 2, enfermedad renal crónica, síndrome metabólico, hiperlipidemia, hipertensión, cáncer y mortalidad temprana [1, 2, 3, 4].
El índice de masa corporal (IMC) es la herramienta antropométrica más utilizada para evaluar el riesgo de salud por su gran facilidad y poca invasión hacia los pacientes, además sirve para diagnosticar y clasificar la obesidad, se obtiene dividiendo el peso en kilogramos por la altura al cuadrado en metros [3]. La obesidad es caracterizada por un índice de masa corporal de 30 kg/m2 o mayor, y se clasifica en tres niveles, obesidad clase I con un IMC de 30,0 – 34,9 kg/m2, obesidad clase II con un IMC de 35,0 – 39,9 kg/m2 y obesidad clase III con un IMC ≥ 40,0 kg/m2 [2]. Sin embargo el IMC tiene una amplia limitación ya que no toma en cuenta la composición corporal, por tanto no distingue entre masa grasa y masa libre de grasa y puede clasificar erróneamente, por lo que es poco preciso y solo puede ser considerado como una herramienta de aproximación en primer contacto. Evaluar la composición corporal es de gran utilidad ya que permite separar la masa corporal del organismo, obteniendo masa grasa, masa libre de grasa, el contenido mineral óseo y el agua corporal intracelular y extracelular, lo cual permite tener una información más precisa sobre el equilibrio entre masa muscular y masa grasa, por tanto un mejor diagnostico [3, 4, 5].
La cantidad de masa grasa es el factor de riesgo que se asocia con distintas afecciones relacionadas con la obesidad, además se ha encontrado que la distribución de grasa es muy relevante ya que una acumulación de grasa en la parte superior del cuerpo, específicamente en la región abdominal se asocia con mayores problemas de salud como un mayor riesgo de desarrollar diabetes mellitus y enfermedades cardiovasculares o/y distintas comorbilidades relacionadas con la obesidad [1, 4].
Es importante el análisis de la composición corporal en la obesidad, ya que además permitir obtener un diagnostico verídico, es muy útil para su tratamiento debido a que la perdida de peso es uno de los objetivos principales en el tratamiento de la obesidad, pero principalmente se busca la perdida de la masa grasa debido a que es el factor de riesgo que se asocia con distintas comorbilidades y una perdida de masa libre de grasa puede ser perjudicial para a salud [4, 5].
La composición corporal puede determinarse con distintos métodos, como absorciometría de rayos X de energía dual (DEXA), análisis de bioimpedancia eléctrica BIA, mediante pliegues cutáneos (SKF), pesaje hidrostático (HW), análisis de imágenes digitales, pletismografía por desplazamiento de aire (ADP), tomografía computarizada y la resonancia magnética (MRI). El método estándar de oro para medir la composición corporal es el Absorciometría de rayos X de energía dual (DEXA), es capaz de medir la grasa corporal, los músculos y el contenido mineral óseo corporal total (TBBM). El principio de este método se basa en medir la absorción tisular de dos haces de rayos X con energía alta y baja que pasan a través de los tejidos del paciente. Es un método rápido, no invasivo y con una baja exposición a la radiación, sin embargo requiere de un equipamiento especializado lo que lo hace poco disponible y con un costo económico alto. [5, 6, 7]
Actualmente el método de Análisis de Bioimpedancia Eléctrica (BIA) es un método que puede usarse como una alternativa a la DEXA, y es utilizado en la investigación y en la practica clínica ya que es seguro, no es invasivo para los pacientes, puede ser portátil y su costo es bajo (aunque el costo varia dentro de la gran variedad de dispositivos y de sus características). Permite estimar el agua intracelular, el agua extracelular, el agua corporal total, masa libre de grasa, masa grasa y % de grasa. Su principio se basa en la implementación de una corriente eléctrica imperceptible a través del cuerpo, midiendo la impedancia (oposición al flujo de la corriente) la cual se obtiene en función de las propiedades eléctricas del cuerpo, ya que el tejido magro compuesto principalmente por agua y electrolitos, es un buen conductor eléctrico, a diferencia de la masa grasa la cual no contiene agua, por tanto no es un buen conductor eléctrico. [5,6,7]
Por lo tanto, al evaluar la composición corporal permite diagnosticar y optimizar el tratamiento hacia el paciente con obesidad priorizando la perdida de masa grasa ante la masa libre de grasa y por tanto disminuir el riesgo de desarrollar afecciones relacionadas con un exceso de adiposidad.