Desde hace años, aumentar masa muscular ha sido el foco de interés entre particulares y profesionales de la salud, ya que el aumento de esta se asocia con desenlaces de salud favorables. Entre los beneficios se encuentran: disminución del riesgo de enfermedades crónicas (por ejemplo, enfermedad cardiaca y cáncer), fortalecimiento y mantenimiento de la densidad ósea, y efecto metabólico (mejor sensibilidad a la insulina). Con su aumento, también incrementa el gasto energético en reposo que, además, se relaciona con la prevención del sobrepeso u obesidad y contribuye a la recuperación de enfermedades agudas (menos días de estancia hospitalaria y complicaciones).
En contraste, la disminución de la masa muscular tiene efectos negativos, dentro de los cuales se incluyen: mayor riesgo de caídas y fracturas, discapacidad física, aumento de la estancia hospitalaria, retraso en la curación de heridas, mayor riesgo de complicaciones y deterioro en la calidad de vida. Podemos observar estos padecimientos en la sarcopenia, una condición clínica frecuente en el adulto mayor que cada vez está más presente en el adulto joven, principalmente a consecuencia del sedentarismo y las enfermedades crónicas.
Por todos estos motivos, es fundamental evaluar la composición corporal de las personas, con la finalidad de detectar cambios relacionados con la masa muscular y así poder brindar atención oportuna.
En aquellos casos en los que se necesita aumentar masa muscular, la actividad física es la vía más efectiva para lograrlo. Como sabemos, los ejercicios de fuerza estimulan el crecimiento de los músculos mientras contribuye a la quema de grasa.
Los ejercicios de rendimiento aceleran el metabolismo, manteniéndolo en estado saludable. Realizar actividad física ayuda a la salud cardiovascular, por lo que se reduce el riesgo de padecer enfermedades cardiacas e hipertensión. Además, ayuda a disminuir la resistencia a la insulina y el colesterol.
Para saber si es necesario aumentar masa muscular, como profesional de la salud, es necesario que analices la salud de tus pacientes con base en todos los elementos que componen el cuerpo. Es decir, estudia el porcentaje y estado de los músculos respecto a los órganos y la grasa.
Asimismo, es preciso comprender el estado de la grasa segmental, el nivel y ubicación de grasa visceral, la tasa metabólica basal, el estado general de los órganos y el nivel de hidratación del cuerpo.
Igualmente, es importante crear un historial de composición corporal para tenerlo como referencia para futuras consultas. Con base en los resultados, te será posible realizar un diagnóstico preciso para plantear un tratamiento personalizado y así mantener la masa muscular en los niveles adecuados.
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Prado, C. M. et al. (2018). Implications of low muscle mass across the continuum of care: a narrative review. Ann Med. 50 (8): 675-693.